Autor: Gabriel Ruiz
La tierra, es otro de los elementos fundamentales para el desarrollo de los cultivos en nuestras huertas. Pues la fertilidad de la misma determinará su buen crecimiento, su resistencia a las enfermedades y plagas y su buena calidad como alimentos. Debemos dejar de pensar en la tierra como un simple soporte de los cultivos, incluso tampoco solamente como una fuente de nutrientes. Hay que empezar tener ciertas, consideraciones de la tierra de cultivo, como algo vivo. Un lugar donde se producen diferentes procesos. La importancia de incorporar materia orgánica y el concepto de sustrato.
Una primera definición del suelo: la tierra viva
Partamos de una definición de suelo que propone Lea Harrison en su artículo, La Fertilidad de los Suelos: “Es una mezcla de materias orgánicas e inorgánicas conteniendo una gran variedad de macroorganismos (por ejemplo lombrices, hormigas, tijerillas, etc.) y microorganismos (como bacterias, algas, hongos). El suelo provee ancla y soporte para las plantas, las cuales extraen agua y nutrientes de él. Estos nutrientes están devueltos al suelo por la acción de los organismos del suelo sobre las plantas muertas o en vía de morirse y la materia de origen animal”. Así empiezan a aparecer las primeras nociones sobre el tema.
Por un lado, la presencia de nutrientes que luego alimentarán a la planta. A modo de introducción, podemos decir que existen tres macro nutrientes. El nitrógeno (N), el fósforo (P) y el potasio (K); cada planta sacará del suelo lo que más necesite para cada función. El nitrógeno para todo lo que llamamos verdes, hojas y ramas jóvenes y nuevas. Los restantes para la floración y formación de frutos.
Pero lo más novedoso de la definición, refiere a esta idea de la combinación de materia orgánica con inorgánica y la presencia de microorganismos. Pues nos permite entender el suelo como algo vivo. En el cual, se producen diferentes procesos. En la tierra, aún en la que tenemos en nuestras macetas, hay vida: organismos y microorganismos se encuentran en continua actividad, procesando la materia orgánica, permitiendo que las plantas puedan alimentarse.
Según señala el INTA: “Un buen suelo es un sistema vivo donde habitan macro organismos (insectos, lombrices, bichos bolita, roedores) y microorganismos (algas, hongos y bacterias), íntimamente asociados a la fracción orgánica del suelo, que representa para la mayoría de ellos una fuente de alimentos (energía y nutrientes)”. Además, los requisitos para que estos organismos “trabajen” son mínimos: regar ocasionalmente (humedad). Por supuestos materia orgánica para alimentarse y oxígeno, es por esto que la gran mayoría de la actividad se encuentra en la parte superficial de la tierra.
Un lugar especial del proceso los cumplen las lombrices. Pues, además de cavar túneles que permiten que la tierra esté aireada (favoreciendo la vida de los microorganismos), procesa la materia orgánica a mucha mayor velocidad. Generando una tierra más rica en menor tiempo. También hay que mencionar, si bien no es relevante para los huertos urbanos, que conjuntamente con esta actividad sobre la materia orgánica, se da otro proceso continuo: la misma erosión que por millones de años convirtió la roca en tierra aún hoy sigue sucediendo.
La materia orgánica; qué podemos hacer para ayudar a nuestras plantas.
Vimos entonces, la importancia de la materia orgánica. A partir de la cual los micro organismos producen nutrientes para las plantas (tanto de macro nutrientes, sobre todo el nitrógeno, como de micronutrientes, sobre todo hierro, manganeso, zinc y cobre). Pero además tiene otros beneficios para las plantas y la tierra.
Por un lado, en las consideraciones de la tierra de cultivo esta la mejora de la estructura del suelo. Lo que permite un óptimo desarrollo de las raíces, a partir de un buen drenaje, y una mayor retención de agua. También favorece, la aireación dentro de la tierra.
Otra ventaja, refiere a su efecto regulador de la temperatura del suelo. Pues permite que esta permanezca constante (no haya oscilaciones. Mientras que al tener un color más oscuro que el suelo mineral, disminuye la radiación reflejada, calentándose más.)
En la naturaleza, es más fácil que “aparezca” este aporte de materia orgánica; las plantas o animales que mueren. Los frutos que están maduros, las hojas de los arboles se secan, los animales se alimentan y tiran restos vegetales durante el proceso o defecan, el viento arranca plantas… Todo eso cae sobre la tierra y procesado por los millones de organismos que lo convertirán en nutrientes.
Pero ahí no se cierra el proceso. Esos nutrientes, esa tierra tan rica, alimentan las plantas, las cuales cumplirán con su ciclo y se volverán, como las otras, materia orgánica. De igual manera que las plantas de las que se alimentan los animales vuelven a la tierra y se genera un círculo continuo.
Pero nosotros podemos reproducir ese proceso en nuestras macetas, no sólo al momento de preparar al tierra, previo a la siembra, sino también durante el desarrollo de la planta. Una de las maneras es la de elaborar, como ya hemos mencionado, compost para luego sumarlo a la tierra donde plantamos. Pero también podemos realizar un mantillo que cubra la superficie del suelo y que vaya siendo descompuesto por los microorganismos.
Pero si además de estas consideraciones de la tierra de cultivo está la materia orgánica que agregamos es aquella que cultivamos en esa tierra. Mantenemos en forma continua los niveles de fertilidad. Pensemos que tenemos una planta de tomates en una maceta, la cual se va alimentando de los nutrientes de la tierra que se encuentra en ese contenedor, si arrancamos la planta íntegra una vez que ya cosechamos los frutos –como hace mucha gente, con este tipo de plantas o con plantines de flores que compran para la primavera- , a esa tierra le van a faltar todos esos nutrientes; pero si trozamos y le agregamos las ramas, raíces y hojas, sólo le faltarán los nutrientes que se llevan los tomates (y que nos comemos nosotros).
Si de una planta de arvejas sólo tomamos sus granos, debemos usar todo el resto de la planta para abonar la tierra donde se plantó, así no se va perdiendo la fertilidad. Pero además podemos (debemos) usar otras plantas, restos de cocina, hojas o pasto seco que podamos conseguir, etc. Así lograremos que, por un lado, con la misma planta, mantengamos un nivel de fertilidad y, con todo lo demás, lo mejoraremos. Además con la variedad de plantas sumamos diferentes micronutrientes. Mientras, mantenemos el nivel de humedad de la tierra y reutilizamos gran parte de la basura que producimos, contaminando menos.
Rotación de cultivos.
Si insistimos con esta técnica, lo que lograremos es evitar tierras cada vez más pobres y, por el contrario, empezar a lograr mayor riqueza, mayor fertilidad, por lo que las plantas crecerán más. Otras técnicas para mantener o aumentar la fertilidad son: las rotación de cultivos (para que diferentes plantas extraigan diferentes nutrientes) y el uso de abonos en sus diferentes variables. Además el INTA suma la recomendación del uso de plantas reponedoras que define como: “Son plantas que enriquecen la tierra, aportándole fertilidad. Las sembramos al principio, así van mejorando la tierra para sembrar, más adelante, verduras (que son cultivos más delicados). Son las leguminosas: poroto, habas, soja”.
Lo importante además es ver las plantas, pues ellas nos informan sobre la calidad de la tierra. En su artículo “Cómo saber si una tierra es fértil“, el sitio EROSKI CONSUMER, el diario del consumidor señala : “Si crecen vigorosas y no se ven afectadas por enfermedades o plagas, la calidad del sustrato será excelente. Sin embargo, si las hortalizas presentan un color claro y amarillento, o bien crecen con lentitud, lo más probable es que el sustrato sobre el que se desarrollan tenga carencias de nitrógeno, que se deben solventar gracias a la ayuda de un abono rico en este mineral”.
“Asimismo, si las hojas de las hortalizas son demasiado verdes o las plantas crecen demasiado deprisa es posible que sea porque la turba tenga un exceso de nitrógeno, lo que aumenta las posibilidades de que aparezcan pulgones. Esto a su vez provocaría que las hortalizas fueran demasiado ricas en nitratos, lo que impediría su correcta conservación”.
El sustrato
Entonces, ahora que sabemos lo más importante sobre las consideraciones de la tierra de cultivo. Sabemos, que la tierra no es sólo un lugar donde la planta se apoya. Muchos huerteros y sitios o blogs, referidos al tema utilizan el concepto de sustrato para referirse a la tierra donde cultivan sus hortalizas. Que refiere a que se trata de algo más completo que sólo “tierra”, que da cuenta de diferentes componentes (orgánicos e inorgánicos).
En “Elegir un sustrato para el huerto (I)”, Picarona señala: “Si utilizamos la palabra sustrato es precisamente porque la palabra tierra podría inducir a error y hacer creer que podemos coger tierra de cualquier campo, bosque, o del patio de casa para usarla para cultivar”. Incluso hay tierras que llegan al punto de ser inertes (aquellos que no aportan nutrientes a la planta Sin embargo, la tierra orgánica que el INTA define cómo: “El humus es la unión de una parte mineral, inerte (son los restos de rocas que se han ido desintegrando hasta formar partículas de arcilla, limos y arenas) y la materia orgánica”; pero no es el único.
En la elección del sustrato, como a partir de los diferentes componentes lograr el más correcto para nuestros cultivos (con el agregado que, el cultivo en macetas, por la limitación de espacio y otras características especificas, requiere un tipo especial de sustrato). Tarea no menor, pues, según Hortubá: “La elección de un buen sustrato es el factor más importante para el éxito de un huerto urbano”.
Esperamos que con estas consideraciones sobre la tierra de cultivo, sea su siembra satisfactoria.
Fuentes:
- INTA
- Tierramor
- Consumer
- Picarona.blogspo
- Hrtuba
- Inforganic